El Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, está acusado, entre otras cosas, de desviación y malversación de fondos públicos. En 2004 Urdagarín y un socio fundaron el instituto Noos, para asesorar sobre patrocinio y mecenazgo, especialmente en eventos deportivos. A partir de ahí, se van organizando una serie de pagos millonarios por proyectos que muchas veces no llegan a ejecutarse
Esto sería otro caso más de corrupción a la espera de que la justicia lo castigue. Sin embargo, este caso tiene un agravante: que Iñaki Urdangarín es el marido de la Infanta Cristina. Es decir el yerno del mismísimo rey de España Juan Carlos.
Un miembro de la corona real debería tener un comportamiento intachable. Ser un ejemplo para el resto de los ciudadanos de su país. Una persona de la realeza tiene que evitar cometer ciertos actos o errores porque están en el ojo de la opinión pública y de los medios de comunicación. Debe darle prioridad a los intereses generales y no tanta a los suyos propios.
En teoría, todos querríamos tener un buen comportamiento pero existen una serie de obstáculos que lo impiden. Los obstáculos que han interrumpido el “buen comportamiento” del Duque de Palma en ningún caso serían desde la ignorancia, dado que tiene una formación universitaria y cierta cultura que nos hace deducir que no es una persona ignorante. Tampoco por inadvertencia, ya que el Rey advirtió a Urdangarín de que se apartara de la fundación Noos y que no le gustaba lo que estaba haciendo. Los obstáculos que encontramos aquí son desde la voluntad, aunque no sabemos cuales son los motivos por los que ha hecho esto. Algo que si podemos deducir es que lo ha hecho de manera consciente y desde su propia voluntad.
A mí lo que mas me impresiona de este hombre es el hecho de que vivía dentro de la familia real, con los privilegios que esto supone. La ambición le llevó a robar mucho más de lo que ni siquiera iba a llegar a disfrutar. Ya no es sólo el ejemplo que tiene que dar, si no que no tenía ninguna necesidad de hacerlo.
En conclusión, podemos decir que Iñaki Urdangarín violó todas normas de la ética que se esperan de un miembro de la casa real. Por un lado la ley, que es una norma objetiva de la que era consciente que estaba incumpliendo. Por otro lado, la conciencia, la ley interna que le permitió obrar de una forma que él sabía que no era la correcta ni la ejemplar.
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