Esta narración relata la manera en la que Giges se hizo con el poder del reino. Giges era un guardia de confianza de Caudaules, el monarca del reino. Este monarca estaba enamorado sobremanera de su esposa y pensaba que era la mujer más hermosa del mundo. Por un extraño capricho se empeñó en demostrar a Giges la belleza de su esposa, arreglando la situación para que pudiera verla desnuda. En un principio se horrorizó ya que se tenía por gran infamia ver a una mujer desnuda. Aquello sería despojarla de su honor y estaba contra la leyes del decoro, pero tras la insistencia del monarca decidió aceptar. Caudaules escondió a Giges detrás de una puerta en su cuarto para que pudiera verla mientras se desnudaba antes de dormir. Giges sale a escondidas, pero la reina lo ve y decide vengarse. Al día siguiente hizo llamar a Giges y le dio a elegir entre dos opciones: dar muerte a Caudaules o morir allí en ese momento. “Es preciso que muera quien aquello ordenó o quien, faltando a la majestad y el decoro, puso en mi los ojos estando desnuda”. Giges tomó la decisión, entonces la reina le conduce a su aposento, le pone la daga en la mano y le oculta detrás de la misma puerta para que lo mate mientras duerme. Así Giges se apoderó del reino y fue confirmada su posesión por el oráculo de Delfos, aunque la familia de Caudaules, los Heráclidas, se reservaron una venganza que alcanzaría al quinto descendiente.
El relato expone cómo Giges se ve obligado a enfrentarse a dos dilemas morales en poco tiempo. El primer dilema aparece como consecuencia del capricho de su rey al que debe obediencia. Lo que el rey le pide va en contra de la ley y además implica faltar gravemente al honor de su reina. Aunque la petición del rey le horroriza y le obliga a quebrantar la ley, tampoco puede negarse ya que le debe al rey obediencia y lealtad. Cualquiera sea la decisión que tome tiene graves consecuencias para él: o falta al deber de cumplir la ley o falta al deber de obedecer a su superior.
Finalmente accede a cumplir la petición del rey suponiendo que nadie tiene que saberlo, pero termina siendo castigado debido a la gravedad de los hechos.
El segundo dilema viene como consecuencia de la falta cometida; ha sido descubierto y tiene que pagar por su delito. El dilema es aún más grave: matar o morir. Es natural en el hombre luchar por conservar la vida, pero el precio es demasiado alto, debe quitar una vida.
En las dos ocasiones Giges se vio obligado a actuar en contra de sus valores morales y las dos veces tomó la decisión que más le beneficiaba a él, olvidando las consecuencias para los demás. Eligió, en mi opinión, la postura más cómoda y aún así, las cosas se pusieron a su favor.
Blanca Gil
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